Mi historia

A lo largo de mi vida siempre he llevado una espinita clavada: la de no haber podido cursar estudios de arte como me habría gustado. No fue por falta de ganas, ni de capacidad, ni de sueños, sino por circunstancias que, en su momento, no me dieron otra opción. Esa ilusión quedo guardada en un rincón de mi alma, como una deuda pendiente conmigo misma y esa tristeza al recordarlo es la que me ha impulsado a valorar otras formas de aprender y crecer. Como con esta historia, mi historia.

Emprendimos un pequeño negocio contando con la ayuda de un funcionario de la administración pública, con quien mantuvimos una relación profesional hasta su jubilación en 2013. Un año más tarde, nos  reencontramos por casualidad en Facebook y descubrimos una pasión en común: la pintura. Comenzamos a compartir nuestras obras y consejos, hasta que él  me confesó que pintaba sus acuarelas en cartón porque padecía cáncer y usaba el reverso de las cajas de  medicamentos como soporte.

Este momento marcó un punto de inflexión en mi vida. Tiempo después, lo visitamos y él nos regaló un pañuelo pintado que había realizado en un taller con la promesa de asistir, los cuatro juntos, a un taller cuando se recuperara. Las dos  familias comenzamos a compartir momentos, comidas, excursiones… pero con el tiempo el contacto disminuyó, y antes de finalizar ese año, él falleció.

Su muerte me  conmovió profundamente, y me llevó a  reflexionar sobre mis sueños postergados siendo más consciente de que la vida puede irse  en un abrir y cerrar de ojos. A partir de ese momento, decidí  emprender un nuevo camino,  el del arte textil, concretamente  sobre seda.  Y así fue como comencé a investigar, a experimentar con nuevas técnicas, y a desarrollar esta pasión por la pintura que, hasta hoy, sigue siendo parte fundamental de mi vida.